Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1461
Legislatura: 1891-1892 (Cortes de 1891 a 1892)
Sesión: 18 de julio de 1892
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 250, 7888-7889
Tema: Legalidad y conveniencia del régimen arancelario concertado con Francia

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. VICEPRESIDENTE (Sánchez Bedoya): La tiene S. S.

El Sr. SAGASTA: Voy a decir algunas, porque no quiero dejar pasar unas palabras de S. S. que, verdaderamente, entiendo yo que no ha tenido intención de pronunciar. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Ya he dicho que no lo decía con mala intención; lo he declarado espontáneamente.) Su señoría no lo diría con mala intención; pero ha dado lugar a los aplausos de la mayoría, lo cual prueba bien poco a favor de esa mayoría. (Varios Sres. Diputados de la mayoría: Gracias.) Si no habéis entendido la intención, no teníais por qué aplaudir; y si la habéis entendido, os habéis hecho muy poco favor, porque os suponéis capaces de hacer lo que en mí creéis que estaría mal. ¿Qué derecho tenéis a suponer que yo soy capaz de hacer eso que se desprendía de las palabras del Sr. Presidente del Consejo, si vosotros no sois capaces de hacerlo? Únicamente me podéis atribuir esos sentimientos, porque vosotros los tenéis, sin duda. (Rumores.- Muy bien, en las minorías.)

Señor Presidente del Consejo, yo he propendido siempre al perdón, sobre todo al perdón de la pena capital; he economizado mucho el derramamiento de sangre, y todavía me está pesando la sangre que no he podido evitar. La pude evitar para ese desgraciado brigadier, a quien yo no tuve jamás el gusto de tratar y al que no sé si de vista conocía siquiera, como pude evitarla para sus cómplices; y si no pude hacerlo respecto de otros, crea S. S. que me está pesando; pero he evitado el derramamiento de mucha sangre, sin distinguir entre soldados y generales, aunque, en todo caso, más dispuesto estoy siempre a castigar al general que falta, que al soldado, cosa que no le ha pasado al actual Presidente del Consejo, que, sin tener en cuenta la amistad que en estas cosas no puede estimarse para nada, le he visto siempre más inclinado a doblegarse al general que al cabo y al soldado, hasta el extremo de que, cuando yo he querido, como Gobierno, cumplir con mi deber ante un general o ante varios que han cometido actos reprochables, S. S. les ha alargado la mano y les ha prestado su apoyo. (Aplausos en la minoría liberal.)

Insisto en que si el Gobierno conservador quiere irse, que se vaya; y si no, que no se vaya. Personalmente no deseo que se marche, por el peligro que puedo correr de sustituirle. Lo que digo es, que si no se va, debe variar de conducta; porque a mí no me importaría nada que al Sr. Presidente del Consejo un día, por una deslealtad, se le rebelase una compañía en un cartel; pero me importa esta indisciplina social que está en la atmósfera, que se respira en todos los ámbitos de la Monarquía. (Muy bien, en las minorías.)

Todo el mundo se rebela contra S. S. (Rumores.) Ahora mismo se le ha rebelado hasta el alcalde de Madrid, que ha quedado indefenso, que es la manera [7888] de decir a una autoridad que está de más, y el señor Bosch sigue tan fresco en su Alcaldía, y el Gobierno continúa tan fresco también, sin al parecer enterarse de lo que eso significa.

En fin, ya que se ha hablado antes de resortes, yo debo decir que existe tal debilidad en todos los resortes de gobierno, de administración y de policía, que se está produciendo ya verdadera alarma.

Cuando veo cómo en las altas esferas de la política se entra y se sale arbitrariamente en el poder; cuando veo cómo en el Gobierno se dice hoy una cosa y mañana se hace con toda frescura la contraria; cuando veo que las conveniencias de partido y las conveniencias personales se sobreponen a toda otra consideración; cuando, por estas u otras causas, estoy viendo los ejemplos nocivos que todo el mundo ve, créalo S. S., temo mucho que allá en el fondo de su conciencia cada cual crea que puede hacer todo lo que le conviene; y así, el escepticismo se va apoderando de los corazones, y la indisciplina social y la anarquía moral es la atmósfera que se va infiltrando en todos los organismos del Estado. Y todo esto es lo que yo deploro y esto lo que no quiero; porque, después de todo, me temo que esta indisciplina social sea, entre otras desdichadas herencias, la herencia que deje a sus sucesores el Gobierno conservador. (Aplausos en las minorías.)



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